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Y llegó el día; ese día con el que todos los freelance –sobre todo, emprendedores- soñamos: “¡nos han pedido un presupuesto!”. Contentos e ilusionados nos ponemos delante del ordenador para empezar a definir conceptos. Y viene el bajón (no en todos los casos, pero ocurre en aquellos casos en los que no tenemos muchos conocimientos sobre números). Comienza el dilema: “¿Cuánto le cobro por esto?” “¿Será demasiado caro?” “ ¡Va, para empezar…!” “Es mi primera vez” “Tampoco tengo demasiados gastos” Estas son algunas de las preguntas que nos hemos hecho cuando hemos tenido que enfrentarnos a la elaboración de un presupuesto, al menos al principio. No voy a ser yo quien proclame y quien recomiende tarifas desorbitadas. Y menos en esta época. Pero sí me gustaría lanzar un mensaje a todo trabajador autónomo: “¡Valórate!” Me gustaría darte algunas razones para ello: Si eres barato al principio, te verás obligado a ser barato en el futuro. Imagínate que decides vender tu producto o servicio por un precio más reducido que la competencia, incluso perdiendo dinero. Cualquier cosa con tal de entrar en el mercado. Y lo consigues. Pasa el tiempo…y te gustaría subir los precios; ya no eres un “novato”; además, quieres empezar a tener beneficios; ante ello, decides subir las tarifas. ¿Cómo lo vas a justificar ante los clientes? Lo que a corto plazo puede ser una estrategia infalible para darte a conocer, puede volverse en tu contra. Es más; siempre aparecerá alguien más barato. Barato…poca calidad. No tiene por qué ser así, pero nuestra mente funciona así. Nuestro cerebro asocia productos y servicios caros con buena calidad y viceversa. De este modo, si tu producto es demasiado barato, es muy posible que tu cliente te asocie con una “dudosa” calidad antes de probarlo. No te olvides que antes de apostar por ti, habrá comparado precios, y siempre preferirá una relación precio/calidad razonable a algo “sospechoso” por su bajo precio. El tiempo es oro