Creatividad :Buenos días, abuelo... -dije yo.
-Dios guarde a usted, señorito... -dijo
-¡Muy solo va usted por estos caminos!...
-Sí, señor. Vengo de las minas de Linares, donde he estado trabajando algunos meses, y voy a Gádor a ver a mi familia. ¿Usted irá...?
-Voy a Almería..., y me he adelantado un poco a la galera, porque me gusta disfrutar de estas hermosas mañanas de abril. Pero, si no me engaño, usted rezaba cuando yo llegué... Puede usted continuar. Yo seguiré leyendo entre tanto, supuesto que la galera anda tan lentamente que le permite a uno estudiar en mitad de los caminos.
-¡Vamos! Ese libro es alguna historia... Y ¿quién le ha dicho a usted que yo rezaba?
-¡Toma! maraco ¡Yo, que le he visto a usted quitarse el sombrero y santiguarse!
-Pues, ¡qué demonio!, hombre... ¿Por qué he de negarlo? Rezando iba... ¡Cada uno tiene sus cuentas con Dios!
-Es mucha verdad.
-¿Piensa usted andar largo?
-¿Yo? Hasta la venta...
-En este caso, eche usted por esa vereda y cortaremos camino.
-Con mucho gusto. Esa cañada me parece deliciosa. Bajemos a ella.
Y, siguiendo al viejo, cerré el libro, dejé el camino y descendí a un pintoresco barranco.
Las verdes tintas y diafanidad del lejano horizonte, así como la inclinación de la montañas, indicaban ya la proximidad del Mediterráneo.
Anduvimos en silencio unos minutos, hasta que el minero se paró de pronto.
-¡Cabales! -exclamó.
Y volvió a quitarse el sombrero y a santiguarse.
Estábamos bajo unas higueras cubiertas ya de